martes, 19 de julio de 2011

LA INOCENCIA PERDIDA. Capítulo 2

Llevaba una hora de camino y marque, desde el móvil, el número de Xavi que apenas tardo en contestar.
-         Hola preciosa.
-         Hola cariño ¿cómo estas?
-         Pues muy bien pero ¿a que se debe tu llamada?
-         Necesito que me hagas un favor muy grande, estoy yendo al pueblo.
-         ¿Al pueblo?
-         Si, te resumo: anoche me llamo mi tía para decirme que Francisco había tenido un accidente con el coche y que se ha muerto así que mañana es el entierro y no se por que pero he decidido ir.
-         Vale, me parece bien ¿cuál es el favor?
-         No se cuantos días voy a estar fuera pero ¿podrás encargarte tu solo de los restaurantes?
-         Si claro, no me importa. De todos modos vete llamándome para ver como están las cosas por ahí.
-         Miedo me da como están las cosas.
-         ¿Cuánto te queda para llegar?
-         Pues un poco mas de hora y media. He dejado a Rafa con Urko que me dan un miedo los dos solos.
-         Diles que si necesitan algo que me llamen.
-         No te preocupes cielo si ya esta mi madre pero aun así igual cuando llegue me han destartalado la casa.
-         Bueno de todos modos Urko tiene mi número yo creo que se le ocurriría llamarme si les pasa algo.
-         Si tranquilo, bueno te dejo que me despistas para conducir – le dije entre risas.
-         Vale pues, adiós cariño. Mucha suerte en casa.
-         Gracias. Adiós.

Colgué el teléfono y seguí atenta a la carretera, la radio estaba a todo volumen y mi cabeza no paraba de dar vueltas a cerca del recibimiento que iba a tener.
Una hora y tres cuartos después me planté en la rotonda que daba lugar al pueblo, aquello seguía igual, cogí la tercera salida y baje la cuesta, gire a la derecha y me metí en la segunda calle, ante mi se alzaba aquella casa blanca, la que una vez había sido mi casa. Aparqué en la puerta, salí del coche y cogí la maleta. Empuje la puerta negra de la verja, que chirrió de manera estridente y entré en el jardín, apenas había cambiado pero se notaba el paso del tiempo, los árboles habían perdido su color y majestuosidad y la mayoría de flores se habían puesto pochas. Anduve hasta la puerta de la casa y levante la piedra de la pared, me lo imaginaba, la llave siempre estaba allí, la cogí y con mas miedo que alma entre en casa, deje la maleta al lado de la puerta y la cerré. Entré en el salón, las persianas estaban levantadas por lo que entraba una luz cegadora. Esa estancia apenas había cambiado, el mueble de la tele seguía siendo el mismo, los sofás también, me acerque a la mesa de madera que usábamos para comer con la familia y pase la mano por encima, no estaba barnizada así que las muescas que causaban mis zapatos cuando de pequeña me subía bailar allí seguían intactas. Lo único que había cambiado en el salón era la tele y que las fotos y recuerdos que antes poblaban todas las estanterías habían desaparecido, me sentía una extraña en mi propia casa.
Subí las escaleras a la planta de arriba y me pare en la puerta que llevaba años deseando volver a abrir, mi cuarto. Abrí aquella puerta blanca y me quede quieta en la puerta echando una mirada dentro, todo seguía igual, exactamente igual que la noche en la que me fui. Todas las fotos de la pared seguían allí, el escritorio estaba lleno de papeles del instituto, la cama desecha y las puertas del armario abiertas de par en par. El reloj marcaba las dos de la tarde, así que salí de casa y de memoria fui hacia el colegio, unos 500 metros antes de llegar había una casa rosa, empuje la puerta esperando que, como siempre, estuviese abierta. Suspire y entre, desde la cocina llegaban varias voces, así que despacio en intentando no hacer mucho ruido recorrí el oscuro pasillo, llegué a la última puerta y entre. Estaban mi tía Blanca, mi tía Adela y mi tío Ismael, mi tío Juan José y su mujer Isabel, mis primos Samuel, Nico y Raúl y, como no, mi abuela María y mi abuelo Alberto. Todos se quedaron mirándome.
-         Hola, ¿quién eres? – dijo mi abuelo Alberto levantándose el primero.
-         Hola abuelo.

Todos se quedaron callados, se miraban entre ellos y luego me miraban a mi.
-         ¿Julia? – mi abuela se levanto - ¿eres tu cariño?
-         Si, abuela soy yo – dije acercándome.

Ella me puso una mano en la mejilla y me abrazó, mi abuelo se unió. Las lágrimas le caían por las mejillas, era la primera vez que veía llorar a mi abuelo.
-         ¿Cómo estas cariño mío? – me pregunto mi abuelo.
-         Muy bien abuelo, estoy muy bien. Tu veo que estas como siempre.
-         Se hace lo que se puede- se limpió las lágrimas discretamente.

Uno a uno todos se fueron levantando de la mesa para saludarme, algunos mas efusivamente que otros. Mi primo Samuel me puso un plato en la mesa, a su lado, y me senté a comer con ellos. Nadie se atrevía a hablar hasta que mi primo Nico rompió el hielo.
-         Bueno prima, cuéntanos como te va la vida.
-         Pues bien, la verdad que muy bien. Estoy viviendo lejos de aquí, con mi pareja Urko, tengo dos restaurantes en la ciudad con un socio. Y – vacilé antes de contarles esto – un hijo de seis años que se llama Rafa.
-         ¿Tienes un hijo? – preguntó mi abuela sorprendida.
-         Si, así que ya sois bisabuelos.
-         ¿Cómo es el peque? – me preguntó mi primo Samuel.
-         Pues igual que eras tu de pequeño, rubio con los ojos azules y un bicho de mucho cuidado.
-         Pero ¿te has casado? – preguntó mi abuelo.
-         No, vivo con mi pareja pero no estamos casados – sabía cual era la siguiente pregunta.
-         ¿El niño es suyo? – me preguntó mi tío Juan José.
-         No, el niño no es suyo, pero vamos que como si lo fuera. Porque el padre de Rafa no sabe nada.
-         ¿Dónde estas durmiendo? – me preguntó mi tía Blanca.
-         Pues he dejado la maleta en casa de Francisco, así que si no tenéis nadie inconveniente me quedo allí.
-         No, tu no te quedas allí, tu te vienes aquí a dormir – dijo mi abuela.
-         No abuela que no quiero molestar.
-         ¿Molestar? Vuestra habitación – dijo mirándonos a Samuel y a mi, que dormíamos juntos de pequeños – esta preparada, así que luego vas a casa a por las maletas y te vienes. Que no quiero que duermas tu sola allí.
-         Ya veremos abuela, que quiero buscar varias cosas por casa.
-         Cariño no hay testamento y tu eres la única hija, así que todo es para ti. Así que esa casa ahora es tuya.
-         Yo no he venido a por la herencia.
-         Ya lo sabemos princesa pero te lo teníamos que decir – me dijo mi tía Adela.
-         Lo se, pero quiero que os quede claro que no vengo por eso. Me llamo la tía Blanca para avisarme y algo en mi interior, que no sabría explicaros, me dijo que tenia que venir, tengo muchas cuentas pendientes aquí y desde luego las voy a saldar.

Terminamos de comer y Samuel, Nico, Raúl y yo salimos al patio de casa a fumarnos un cigarro.
-         Bueno ¿cómo estáis vosotros? Que no me habéis contado nada y os e echado mucho de menos.
-         Pues mi vida no ha cambiado tan radicalmente – dijo Samuel riéndose – llevo tres años con una chica y de momento nos va muy bien. Estoy trabajando en la empresa de mi padre, y del pueblo no salgo mucho la verdad.
-         ¿Y quien es la chica? – le pregunte.
-         Pues se llama Samara, tiene 28 años y es azafata.
-         ¿Y vosotros que?
-         Yo estoy soltero, y menos mal, estoy currando de camarero en la ciudad y la vida me va bien – me contó Raúl – me he comprado un piso aquí y en cuatro meses me lo dan.
-         ¿Nico? – le pregunte.
-         Estoy con una chica que se llama Victoria, termine la carrera de Derecho y ahora estoy haciendo empresariales y no me puedo quejar, la vida me va bien.

Terminamos el cigarro y Raúl y Nico entraron en casa, pero Samuel y yo nos quedamos en el patio. Samuel era el primo mayor y siempre habíamos sido uña y carne, no había día que no nos viéramos y, sin duda, era al que mas había echado de menos desde que me fui.
-         Tienes que contarme muchas cosas enana.
-         Lo se, creo que eres el único al que le debo una explicación de todo esto.
-         No Juli, no me debes nada y mucho menos explicaciones pero quiero hablar contigo de todo, necesito que me cuentes muchas cosas. ¿sabes? Llevo siete años esperando que algún día te armases de valor y, de repente, entraras por la puerta de casa. Llevo siete años queriendo volver a verte, saber de ti, me hubiese bastado hablar contigo por teléfono, saber que estabas bien. He vivido una puta incertidumbre no podía saber si estabas bien o mal, donde estabas.
-         Lo siento primo, pero si rompía con esto tenia que romper con todo. Lo he pasado muy mal, al principio no hubo noche que no llorase, pensaba en ti, en los primos y en los abuelos y se me caía el mundo encima, pero aun con todo eso me merecía la pena el marcharme de aquí.
-         Si lo se Julia, cuando os fuisteis yo ya era mayorcito y lo que hicisteis se veía venir de lejos. Sinceramente, me alegre y con los cojones que tienes me extraño que no lo hicieras antes. ¿Cómo está tu madre?
-         Bien, muy bien. Le he dicho que venía pero ella de momento no quiero volver aquí.
-         Lo entiendo. ¿Quieres que vayamos a tomar un café y me cuentas?
-         Si, necesito hablar con alguien de todo esto.

Entramos en casa a avisar de que nos íbamos y salimos a la calle, bajamos hasta la plaza y nos sentamos en la terraza del Olmo.
-         Veo que sigues viniendo aquí.
-         No se puede hacer otra cosa, sabes que soy de costumbres fijas.
-         Ya lo se ya – los dos reímos.

Un camarero alto y moreno salió a tomarnos nota. Su cara me era familiar, pero como no lo iba a ser aquello no era muy grande.
-         Jesús yo quiero un café solo con hielo.
-         Muy bien Samuel. ¿Y tu acompañante?
-         Yo un cortado con hielo.
-         Marchando.
-         ¿Es Jesús, el del Marcelo? – le pregunte a mi primo cuando ya se había ido.
-         Si, lo has reconocido pues.
-         Si, me ha costado pero cuando has dicho su nombre he caído – sonreí irónica – pero veo que él a mi no.
-         Julia cuando tu te fuiste de aquí el tenia 11 años, era muy chico.
-         Lo se, es que pienso que esto no ha cambiado que todo sigue igual que cuando me fui, que la gente va a seguir triste por mi marcha. Y si el tiempo ha pasado para mi también ha pasado para vosotros.
-         Pues si Julia, aquí también ha pasado el tiempo.

Jesús volvió con los dos cafés, los dejo en la mesa y volvió a entrar en el bar.
-         Bueno cuéntame todo Juli, luego te daré yo el parte de lo que ha pasado aquí.
-         Pues tío no podía aguantar mas esto, no soportaba ver a Francisco jodiendose la vida día tras día, y jodiendonosla a nosotras. Lo intente todo Samuel, estábamos desesperadas, lo llevamos a clínicas de desintoxicación sin que nadie os enteraseis, le quitamos el dinero pero seguía bebiendo, probamos de todo y no hubo manera de que lo dejara, llevaba mucho años haciéndolo y yo llevaba muchos años intentando que la cosa mejorara pero no pude, fracase. Hasta que una noche que apenas se tenía en pie llego a casa y le dio una hostia a mi madre – me quede callada – ese ruido lo sigo oyendo todos los días, oigo esa bofetada como si me la diesen a mi. Bueno, pego a mi madre y yo al oír el ruido me levante de la cama, fui a la habitación y lo enganche del cuello, él se volvió y me partió la boca de un bofetón. Metí a mi madre en el baño y yo baje, como pude, a por un cuchillo. Subí las escaleras y entonces, cuando me vio así, se acojono ¿sabes? Entonces no tuvo valor de enfrentarse a mi ni de darme un bofetón. Él se metió en la cama despotricando y entonces cogí a mi madre, metimos cuatro cosas en una bolsa de viaje y nos fuimos. No me arrepiento de lo que hice, es mas me pena no haberlo hecho antes, no haber tenido el suficiente valor de dejarlo hay tirado y habernos ido. Bueno, salimos de casa, llamé a Lucas y nos llevó a la estación, cogimos el primer autobús y nos fuimos de aquí, me fui lo mas rápido que pude en esos momentos no pensaba en otra salida. Ahora con el tiempo puede que hubiese hecho otra cosa, pero entonces Samuel tenia 18 años y yo lo que tenia que hacer era salir con mis amigas y disfrutar, no encargarme de un padre alcohólico y de una madre acojonada por él.
-         Yo no te echo nada en cara, es más te admiro por lo que hiciste. ¿Lucas sabía todo?
-         Si, era el único que supo todo aquello. Bueno que lo sabía de mi boca porque aquello era un secreto a voces.
-         Julia, todos sabíamos que pasaba algo y que a Paco le gustaba el morapio pero todos hicimos oídos sordos y luego nos arrepentimos y nos preguntábamos que había pasado. Y yo fui el primero en no ayudarte.
-         Samuel es que tampoco te correspondía a ti hacerlo, el único que podía ayudarse y ayudarnos era Francisco y desprecio todos nuestros intentos.
-         Bueno con Lucas ¿mantienes el contacto?
-         Nos llevó a la estación y luego me vino a ver una vez y la cosa terminó, al principio se lo eche en cara pero poco a poco lo he ido entendiendo, él era el que se quedaba aquí y todos sabemos como es esto, en cuanto pueden te crujen.
-         ¿Dónde os llevo aquel autobús?
-         Pues primero fuimos a Málaga, estuvimos allí dos años en casa de unos primos de mi madre y luego en un piso y cuando ya perdimos el miedo de que Francisco nos buscase y nos encontrase nos acercamos aquí y nos fuimos a vivir a Bilbao y allí seguimos viviendo. Hemos empezado una vida de nuevo.
-         Aquí todos lo pasamos muy mal Juli, como te he dicho antes a la cara nos preguntábamos que podía haber pasado para que os fueseis pero todos los sabíamos y nadie os lo reprochó. Pero los abuelos no soportaron que te fueras,
-         El abuelo lleva siete años yendo al huerto al punto de la mañana, vuelve a la hora de comer y se va hasta la hora de cenar, hoy es el primer día desde que te fuiste que lo he visto volver a sonreír – yo empecé a llorar – la abuela se levantaba y hacía las galletas que tanto te gustaban, se sentaba en el sofá mirando todo el rato la puerta y lloraba, y por la noche tiraba las galletas que no habías venido a comer y se iba a la cama a dormir. El Raúl, el Nico y yo hablábamos muy a menudo de esto y nos acordábamos de ti, mas de una vez dijimos hoy cogemos el coche y la vamos a buscar ¿pero donde íbamos? Así que seguíamos con nuestra vida. Juli si te cuento esto no es para que llores es para que veas que aquí todo el mundo te a echado de menos.
      -    Samuel si ya lo se, o vamos esperaba, que me echaseis de menos.

1 comentario:

  1. Uhmmm muy interesante, que raro de Bilbao no? quiero saber mas a ver que se cuecen estos.. primos jajaja!

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